Hay veces en las que no te salen las palabras, y hoy es una de esas ocasiones. Y no es porque no tenga nada que decir, de hecho tengo un montón de cosas que podría comentar.
Es un día de estos en los que escuchas música sin parar, y es lo único que te apetece, oir, oir, oir, oir. Nada más... si quiera pensar..
No me estoy rompiendo el cerebro con esta entrada, hoy no es mi día. Quizás es más sencillo si copio el pensamiento de otro ser, no, no penseis mal, no voy a plagiar... tan sólo escogeré un libro al azar, de los que tengo en mi habitación, abriré una página y escribiré un párrafo.
¡Veamos quién es el afortunado!
" Pasaban los días y entre Minervina y Cipriano no se reanudaba la vieja y confiada relación. Se alzaba entre ellos como una paralizadora barrera de pudor. Hasta que una tarde de jueves, en que sus tíos salían y vacaban las compañeras de Minervina, CIpriano al verla sentda, erguida, en el sofá del gran salón, los pequeños pechitos apensas insinuados en la saya de cuello cuadrado, experimentó la misma atracción imperiosa e ingenua que sentía de niño, se fue hacia ella y la abrazó y la besó, diciéndola -h...hola Mina- y -te quiero mucho, ¿sabes?-. Minerva desfallecía al notar los pechos en los cuencos de sus manos, el recorrido apasionado de sus labios ardientes por su escote: -¡Oh, tesoro no seas loco!. - Te quiero, te quiero; eres la única persona a la que he querido en mi vida. Minervina sonreía aturdida, se entregaba."
Página 196 y 197. 'El hereje', Miguel de Libes