lunes, 17 de diciembre de 2012

Creo que me gusta.

Me gusta el olor de la lechuga recién lavada, de la lluvia en el campo, adoro las briznas de cenizas al rojo vivo que desprenden las hogueras, casi tanto como tumbarme en el césped bocabajo y rozarle con el empeine del pie.
Tengo la manía de colocarme el flequillo nada más levantarme, como si fuera algo imprescindible para empezar mi día, pienso cada noche que me voy a poner al día siguiente y casi nunca me pongo lo que decidí.
No he estado a dieta en mi vida, aunque siempre me ha llamado la atención el intentar hacerlo, por ver si tendría fuerza de voluntad. Sonrío cuando menos me lo espero y soy incapaz de hacerlo cuando más lo necesito. Me gustan los pantalones ajustados, aunque no marcando y siempre me los compro desgastados, y si no lo están ya me encargo yo de que lo parezcan.

Vivo al día, no dejo nada para el día siguiente si se puede hacer en ese instante. Me declaro fan de esa gente  que se ríe cuando a de frente tuyo en la acera y se mueve al mismo lado que te moviste tu para evitar chocarte, y odio a los niños que corren mirando para detrás hasta que se chocan contra tus piernas y te miran con carita de ¿y tú de dónde sales?

Si hay algo que adoro es el sonido del viento entre dos calles y la sensación que se siente al bajar un puerto de montaña a toda velocidad en una bici mientras te da la brisa en la cara y despejas tus pulmones.


Si algo he aprendido este tiempo es que si suspiras es porque hay una buena razón para hacerlo, y que cuando lo haces muchas veces seguidas es porque hay alguien que te hace sentir tan bien que no puedes remediarlo, a veces cuando esto me pasa me sonrojo y me sonrío porque sé lo que significa, y otras veces me gustaría bajarme de la nube en la que los suspiros me adentraron.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No te cortes, comenta :D