Me encontraba tan agusto, tan especial y tal alegre, que no pensé que todo se puediera ir al garete tan fácilmente. He visto como una vez más se repite la misma historia delante de mis narices, ¿y qué hago yo?, nada, porque otra vez, me pilla por sorpresa.
Entonces, me dá por pensar, me dá igual que vaya con cuidado, o no, que busque alguién especial o que me lo encuentre por casualidad, porque acaba siempre igual de mal.
Lo que antes veia brillante, y luminoso, ahora está apagado y oscuro. Nosé si quiero volver a encenderla o dejarla apagada para siempre. Hoy me he quedado ya sin ganas de darle leña al fuego, ahora mismo solo me apecete un montón de chocolate con nubecitas y no pensar.
Antes, la antigua Irene, la que no escribia en un blog sobre sus pensamientos, la que no había escarmentado, se habría tirado en la cama... y se habría dedicado a pensar qué pudo hacer mal para que todo acabara así. Pero esta Irene ya no es así, me he dado cuenta de que no merece la pena y que si ha sucedido eso, es pasado y ya no hay forma de solucionarlo, lo hecho hecho está, y solo puedo pensar en el futuro, porque es lo que importa.
Dá igual cuantas vueltas le dé al asunto porque no encontraré lo que pasó, simplemente sucedió, asique lo único que me queda por decidir es si me merece la pena intentar avivar el fuego, o si apagarlo y enterrarlo para que no pueda volver a resurgir.
En esas estoy, envuelta en una manta de sentimientos opuestos que no me dejan escucharme a mi misma, que no me deja ver el buen día que puedo tener hoy. Me dispongo a disfrutar de la manta solo un rato más, porque después me la pienso quitar, meterla en el armario y disfrutar de lo lindo.
Así pues, me despido. Enrrollada en sentimientos.
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